Shownotes
Fuisteis rescatados… no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
1 Pedro 1:18-19
La preciosa sangre de Cristo
El apóstol Pedro subraya el alto costo de nuestra redención. Compara la sangre de Cristo con las cosas que el mundo estima más valiosas, como la plata y el oro, y las llama “cosas corruptibles”. El Salmo 49 confirma este pensamiento: “Los que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano” (vv. 6-7). La redención de nuestras almas es demasiado costosa. Solo Dios podía proporcionar el rescate, y lo ha hecho dando a su único Hijo, el Hijo de su amor. Estas comparaciones nos ayudan a entender y apreciar el valor infinito de lo que Cristo logró cuando derramó su sangre en la cruz. En la Epístola a los Hebreos leemos: “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (He. 9:22). Nada más que la sangre de nuestro Señor Jesucristo podía pagar nuestra deuda. «Nosotros teníamos una deuda que no podíamos pagar; mientras que él pagó una deuda que no debía».
¿Qué lo llevó a ir hacia adelante, yendo decididamente a Jerusalén, a pesar de saber anticipadamente lo que le esperaba? Jesús mismo nos da la respuesta: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (He. 10:9). Se complacía en hacer la voluntad del Padre y realizar la obra que se le había encomendado. “Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (He. 10:14). Soportó la cruz por amor al Padre y por amor a todos los que confían en él. “También Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Ef. 5:2).
Dios glorificó a este humilde Nazareno y lo ha hecho Señor y Cristo. Ahora está sentado a la diestra de la Majestad en las alturas, y todos los que han sido redimidos por su preciosa sangre son aceptos en el Amado, según el propósito eterno de Dios.
Jacob Redekop