Shownotes
Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.
1 Corintios 1:9
El llamamiento de Dios: salir y entrar
El Dios de gloria llamó a Abraham de su país y de su parentela a la tierra prometida (Hch. 7:2-3); fue llamado de un lugar a otro, y se convirtió en amigo de Dios. El hecho de salir le costó mucho ejercicio de alma, pero tales ejercicios no son comparables con la bendición, el honor y el favor a los que fue introducido por ese llamamiento. Su fe abarcaba una rica herencia, una ciudad celestial (He. 11:10), la promesa segura de Dios. A diferencia de Abraham, su sobrino Lot se negó a separarse del mundo perverso que lo rodeaba, y le siguieron consecuencias desastrosas en la destrucción de Sodoma y Gomorra, donde perdió todo aquello en lo que un hombre, y especialmente un hombre justo (véase 2 P. 2:7), podía gozarse.
El mismo Dios se reveló a Moisés como: “Yo soy”, y llamó a Israel a salir de Egipto, de la casa de la esclavitud, para entrar en la herencia prometida. Se reveló en una relación de pacto con los hijos de Israel; se les reveló como Jehová. Israel tiene el honor de ser la nación que ha de estar a la cabeza del sistema terrenal de naciones establecido, y como el pueblo de Jehová que debe servirlo con especial cercanía y dar a conocer su Nombre en toda la tierra. Sin embargo, los hijos de Israel se han alejado de Jehová y se han negado a escuchar su voz. Por lo tanto, el día de su plena bendición ha sido pospuesto -aún está por venir. En un día futuro, ellos recibirán a Jesús (Jehová, el Salvador) como su verdadero Mesías.
Es el mismo Dios que ha llamado de entre las naciones a la Iglesia (o Asamblea). Separados de las asociaciones y aspiraciones del mundo, aquellos que forman la Iglesia están llamados a gozar de asociaciones y esperanzas que se centran vitalmente en Cristo, aquel que fue rechazado en la tierra y que está exaltado en el cielo. Los cristianos son llamados a la más grande, gloriosa y honrosa comunión que Dios puede dar a conocer a los hombres.
H. J. Vine