Shownotes
Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
(Romanos 8:31-32)
Dios es por nosotros
¡Confiemos más en Él! ¡Busquemos obtener más de Él! Su favor está más allá de nuestra comprensión, ¡Él no escatimó ni a su propio Hijo en favor nuestro! Esto no nos llevará a tener expectativas presuntuosas, todo lo contrario, nos inducirá a sentir la grandeza de Sus dones y nos mantendrá humildes. Entre más somos humillados, más aptos estamos para ver y sentir cómo Dios estuvo, y está, por nosotros, y que Cristo sangró y murió por nosotros, sus enemigos, y que el Padre dio a su Hijo cuando aún éramos impíos. Esta es una perspectiva preciosa para la fe, y solamente la fe la puede contemplar, y cuando vemos esto, podemos ver que todo es nuestro. Al tener a Cristo, lo tenemos todo. «¿Cómo no nos dará también con él todas las cosas?» Dios le ha otorgado innumerables bendiciones al hombre; pero hubo una cosa que Él tenía en el cielo y que era mayor que todos sus otros dones: aquel único don que Él dio. Y habiendo dado esto, ¿nos negará alguna otra cosa que sea para nuestro bien? Cristo es nuestro, y luego todo es nuestro; «y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios» (1 Cor. 3:23).
Seguirán existiendo dificultades en nuestro camino. Satanás continuará intentando desalentarnos y molestarnos; pero podemos estar seguros que, si Dios nos ha dado a su Hijo, Él nos ha dado todos los recursos para el camino. Nos ha preparado para el momento en que dejemos este mundo y nos ha sostenido por el poder de Dios –llegaremos a salvo, porque Dios, quien nos ha traído hasta aquí, aún es por nosotros; ¿y quién nos separará de su amor? Nuestro camino puede ser oscuro o sinuoso, difícil o peligroso, estar rodeado de tentaciones o preocupaciones, mas Dios siempre es por nosotros. Cristo sufrió, fue tentado, lloró y suplicó, y Él mismo nos sostiene a través de las mismas experiencias, aún con clamor y lágrimas. Mirando a Dios como nuestro Padre y el cielo como nuestro hogar, ¿por qué habríamos de temer?
J. N. Darby