Shownotes
Vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?
(Jeremías 32:26-27)
Confiar en Dios a pesar de las circunstancias
¿Cuánto confiamos en el Señor? Jeremías estaba en prisión, recluido por orden del rey de Judá porque profetizó que Jerusalén sería conquistada por Babilonia. De hecho, Babilonia ya se encontraba sitiando la ciudad. Fue entonces cuando el Señor le dijo a Jeremías que su primo le ofrecería vender su parte del campo de su familia a él, que tenía el derecho de redimir. Con la cautividad a la vuelta de la esquina, ¿quién querría comprar un terreno en Judá? Sin embargo, cuando su primo Hanameel le hizo la oferta, Jeremías obedeció al Señor y compró el campo.
A pesar de haber obedecido al Señor, Jeremías se encontraba apesadumbrado. ¿Por qué Dios le había pedido esto? Confundido, medita en el poder y la justicia de Dios: “Nada [hay] que sea difícil para ti… sacaste a tu pueblo Israel de la tierra de Egipto… pero… nada hicieron de lo que les mandaste hacer; por tanto, has hecho venir sobre ellos todo este mal” (vv. 17, 21, 23). Entonces, abrumado por la tristeza, clamó: “He aquí que con arietes han acometido la ciudad… ¿y tú me has dicho: Cómprate la heredad?” (vv. 24-25).
Quizás todo creyente ha experimentado momentos en los que seguir al Señor parecía inconsistente e innecesario. Sabemos que Dios es poderoso y bondadoso, pero ¿está ajeno a nuestra desesperación?
¿De qué sirve obedecer en tales circunstancias? Sin embargo, la dolorosa experiencia de Jeremías se transformaría en una oportunidad. El Señor repitió las mismas palabras del profeta: “¿Habrá algo que sea difícil para mí?” (v. 27). Gentilmente, le confirmó el juicio que caería sobre la nación, pero promete que los cautivos volverán: “Me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma” (v. 41). La obediencia de Jeremías fue un anticipo de la futura bendición de Dios. También nosotros, siendo obedientes, aprendemos que podemos confiar plenamente en el Señor, que nunca abandona a los suyos.
Stephen Campbell