Shownotes
Jueves 6 de Abril
Hizo el rey otro banquete por siete días en el patio del huerto del palacio real a todo el pueblo que había en Susa capital del reino… Y daban a beber en vasos de oro… y mucho vino real, de acuerdo con la generosidad del rey. Y la bebida era según esta ley: Que nadie fuese obligado a beber; porque así lo había mandado el rey a todos los mayordomos de su casa, que se hiciese según la voluntad de cada uno.
(Ester 1:5, 7-8)
Después de la cautividad en Babilonia (10) Una lujosa fiesta
Históricamente, el Libro de Ester encaja en un espacio de unos 40 años entre Esdras 6 y 7. Los eventos descritos en Ester acontecen entre los judíos que no regresaron a Jerusalén, el lugar que Jehová había escogido para hacer habitar su nombre (Dt. 26:2). Algunos habían prosperado, alcanzando incluso altas posiciones en el reino. Hoy en día, muchos cristianos también son ignorantes o indiferentes a las instrucciones de Dios sobre cómo debe reunirse su pueblo.
En Ester vemos a los creyentes en el mundo, pero no del mundo, un mundo de placer y poder en el que ni siquiera se menciona a Dios ni a la oración. También es un mundo de peligros en el que un creyente que hace lo correcto se ve amenazado. Sin embargo, Dios está detrás de escena, sin ser visto, y tiene el control de toda la situación. Él protege a los suyos, y dará al «varón a quien desea honrar» (6:9) el lugar de mayor dignidad y autoridad, para el gozo y bendición de su pueblo. En muchos aspectos, nuestro mundo actual se parece mucho al del Imperio Medo Persa. No hay ningún otro libro en la Biblia donde veamos tanto énfasis a la bebida. El rey Asuero, llamado Jerjes en la historia secular, pasó seis meses ofreciendo festividades a sus altos funcionarios y príncipes mientras reunía un vasto ejército para invadir Grecia y conquistar Europa. En este primer capítulo de Ester, vemos que esta lujosa fiesta se prolongó por una semana con otro suntuoso banquete para todo el pueblo de Susa, la capital. Se describen sus magníficas decoraciones, el vino fluía libremente. Todo sirve como demostración de las riquezas, el esplendor y la gloria del rey, y para complacer los placeres carnales de su pueblo. ¡Qué lejos está esto de los pensamientos de Dios!
Eugene P. Vedder, Jr.