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Miércoles 26 de Octubre / Una enfermedad para la gloria de Dios
26th October 2022 • El Señor Está Cerca • Granos de Vida
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Shownotes

Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. (Juan 11:4) Una enfermedad para la gloria de Dios El Señor Jesús expresó estas palabras cuando le dijeron que Lázaro estaba enfermo. ¿Quería decir con esto que Lázaro no iba a morir? No, pero Dios, al permitir esta enfermedad, tenía en mente algo que iba más allá de la muerte corporal. Lázaro murió, pero cuando el Señor Jesús llegó a la tumba y ordenó que se quitara la piedra, Él gritó con autoridad divina, diciendo: «¡Lázaro, ven fuera!» (v. 43). Entonces el hombre que había estado muerto salió de la tumba, «atadas las manos y los pies con vendas» (v. 44). ¡Qué reprimenda para quienes demandan que alguien que está enfermo debe ser sanado por medio de poderes supernaturales! El Señor había sanado a muchas personas de sus enfermedades, y si es su voluntad hacerlo, ciertamente también puede sanar a las personas hoy en día. Pero en esta situación, como en cualquier otra, Su sabiduría es infinitamente mayor que la nuestra. Más que simplemente ver cumplidos nuestros deseos, como el caso de la sanación de una persona enferma, ¿no deberíamos buscar aprender la razón de la enfermedad? A menudo la razón puede ser la misma que en el caso de Lázaro, es decir, la gloria de Dios. Teniendo en vista el maravilloso objetivo de que el Hijo de Dios sea glorificado. En cada caso de enfermedad de un creyente que termina con la muerte, podemos estar seguros que el Hijo de Dios es glorificado. ¿No deberíamos regocijarnos en esto aún más que por la sanación de alguien enfermo? Eventualmente, todos los creyentes que duermen serán resucitados por el poder del Señor Jesús, y lo harán en un cuerpo glorificado que nunca más volverá a sufrir enfermedades o dolencias. Por lo tanto, los ojos del creyente deben mirar más allá de esta escena actual de sufrimiento y prueba, y contemplar, no solo lo maravilloso que será nuestra bendición eterna, sino también la gloria de la grandiosa Persona por quien somos bendecidos. Que el Señor nos ayude a regocijarnos al saber que el Hijo de Dios está siendo glorificado. L. M. Grant

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