Shownotes
Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
(Marcos 4:38)
Jesús en la tormenta
Había sido un día maravilloso. Muchas personas querían escuchar al Señor Jesús, al punto que entró en una barca y les predicó desde el mar, mientras la multitud se amontonaba junto a la orilla. Cuando llegó la noche, los discípulos «lo tomaron como estaba» y zarparon a la otra orilla, tal como Él lo había pedido (v. 35-36).
De repente, una gran tempestad golpeó la barca y esta se llenó de agua antes de que los discípulos pudieran reaccionar (v. 37). ¿Y dónde estaba el Señor? Aquel verdadero Hombre, que había gastado todas sus fuerzas aquel día en su abnegado servicio (Is. 49:4), se hallaba durmiendo en un cabezal, donde los suyos lo habían dejado descansar luego de embarcar.
Cuando lo vieron, ellos cambiaron como el clima. Despertándolo de su descanso, virtualmente lo acusaron de abandonarlos. Cuando se levantó, Él no sintió mucho el viento y las olas golpeando su rostro, pero sí sintió el reproche de sus discípulos. Sin embargo, y a pesar de estar agotado, Él sigue siendo misericordioso y verdaderamente Dios; Él reprendió al viento y al mar, diciéndoles: «Calla, enmudece». De inmediato se hizo grande bonanza, y estas gentiles palabras salieron de sus labios: «¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?». A pesar de esto, un gran temor les sobrevino a sus corazones; y se dijeron unos a otros: «¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?» (v. 40-41). Tenían mucho que aprender, pero luego uno de ellos le escribió lo siguiente a los cristianos que atraviesan otro tipo de tormentas: «Él tiene cuidado de vosotros» (1 Pe. 5:7).
Qué necedad de parte de los discípulos pensar que perecerían cuando el Señor Jesús estaba en la barca con ellos. ¡Cuánto nos parecemos a ellos, aunque como cristianos tenemos menos excusas! Aprendamos de su experiencia y tomemos al Señor con nosotros, tal como es, a donde sea que Él nos pida ir, no olvidándonos de Él, sino dependiendo de su amor y poder en cada circunstancia de la vida.
Simon Attwood