Shownotes
Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora… tiempo de guerra, y tiempo de paz.
Eclesiastés 3:1, 8
El Eclesiastés y el cristiano (16)
En cierto sentido, la vida de un cristiano siempre es un “tiempo de guerra”. El apóstol Pablo instó a Timoteo pelear “la buena batalla de la fe” (1 Ti. 6:12). Pero también hay momentos particulares en la vida de un cristiano que bien pueden calificarse como “tiempo de guerra”. Judas pensaba escribir a los creyentes acerca de “nuestra común salvación”, pero, guiado por el Espíritu, sintió la urgencia de exhortarnos a que contendamos “ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3). El apóstol Pablo habla del “día malo” (Ef. 6:13), que es cuando Satanás comienza a atacar al creyente de forma particular. Este es un “tiempo de guerra” en el que se necesita la armadura de Dios para resistir (Ef. 6:10-18). En “tiempos de guerra”, necesitamos fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza, y entonces permanecer firmes. Qué alentador es que el Espíritu de Dios, antes de hablar de nuestros enemigos, nos hable primero de Aquel que está de nuestro lado y del poder de su fuerza.
En su gracia, Dios también nos concede también un “tiempo de paz”. “Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo” (Hch. 9:31). Después de un período de persecución para la Iglesia de Dios, los creyentes ahora tenían un “tiempo de paz”. Ciertamente fue también una época de paz interior y una atmósfera de paz entre los creyentes. Esto dio como resultado la edificación y el crecimiento de las iglesias. El apóstol Pablo también nos exhorta a pedir en oración por este “tiempo de paz”: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres… para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Ti. 2:1-2).
Michael Vogelsang