Shownotes
Será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente.
2 Samuel 7:16
Todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén.
2 Corintios 1:20
Bendecidos por pura gracia
Al estudiar los libros de Samuel, Reyes y Crónicas, es útil observar que los dos primeros hacen hincapié en la responsabilidad del hombre y en las consecuencias de no cumplirla, mientras que el último destaca los planes inmutables de la gracia soberana de Dios para su pueblo.
Es extraordinario, por lo tanto, encontrar en 2 Samuel este maravilloso capítulo 7, el cual pone de manifiesto la maravillosa gracia de Dios. En 1 Samuel se nos dice quién era David. En 1 Samuel 25 vemos que, después de ser insultado por Nabal, a David poco le faltó para matarlo a él y a toda su casa. También lo vemos, en dos ocasiones, lleno de temor e incredulidad, huir de Saúl y refugiarse con los filisteos. Sus fracasos también se nos relatan en 2 Samuel.
Bien podemos preguntarnos cómo es posible que un Dios santo y fiel pudiera hacer promesas maravillosas e incondicionales a David. ¿No encontramos la respuesta a nuestro versículo de 2 Corintios? Todas las promesas de Dios son sí y amén en su bendito Hijo. Él es el centro de todos los propósitos divinos de gracia. Cristo es el que está en vista en este capítulo. Él es ese “clavo en lugar firme” en el que todo puede colgarse (Is. 22:23-24).
Al considerar nuestras bendiciones actuales como cristianos, y las promesas que se nos han dado, el principio sigue siendo exactamente el mismo. No somos, en nosotros mismos, mejores que David. Sin embargo, nuestro Dios y Padre nos ha bendecido con toda bendición en Cristo (Ef. 1:3). Esto no se debe a lo que somos o a lo que hemos hecho, sino a lo que Cristo es y a lo que él ha hecho. Descansemos cada vez más en la maravillosa gracia que Dios nos ha traído por Cristo.
Kevin Quartell