Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. (1 Juan 2:14) LOS PADRES El término “padres” hace referencia a nuestro progreso espiritual, y solamente a eso. Por lo tanto, no significa en absoluto que los “padres” sean creyentes de edad avanzada, aunque generalmente es así. Sin embargo, hay que recordar que muchos cristianos ancianos (ancianos en el sentido del tiempo que llevan siendo cristianos) todavía son solo niños pequeños, mientras que en algunos casos, aquellos que, comparativamente son jóvenes creyentes, pueden, habiendo crecido rápidamente en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesús, ser considerados entre los “padres”. Lo importante es ver que esta categoría incluye a todos los que, sin importar la edad, se distinguen por una característica espiritual: conocen “al que es desde el principio”. Conocer al que es desde el principio es conocer a Cristo tal como Él es, y de dónde es, como la vida eterna, como todo lo que Él es ahora en sí mismo, como el Hombre glorificado a la diestra de Dios. Pero quizás alguien preguntará: «¿No lo conocen todos los creyentes de esta manera?» Todos los creyentes conocen, en mayor o menor medida, a Cristo como su Salvador, y lo reconocen como su Señor; pero esto es muy diferente a conocerlo a Él mismo. Conocerlo en un carácter especial es una bendición; pero el conocimiento que el apóstol menciona aquí abarca todo lo que Él es, y no simplemente una presentación o carácter especial de su Persona. Por ejemplo, quienes viven en Reino Unido conocen a la reina como su soberana sin tener una relación o encuentro personal con ella. Sin embargo, los hijos de la reina, si bien no se olvidan que ella es su soberana, la conocen más bien por cómo es en sí misma—sus pensamientos, su carácter y sus hábitos. De manera que los “padres” mencionados aquí han ido más allá de todo carácter, oficio o relación que Cristo puede realizar hacia ellos, y encuentran su deleite en Él mismo, en lo que Él es, en todas sus perfecciones, excelencias y bellezas morales. E. Dennett