Shownotes
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu santo, el cual está en vosotros… y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo.
(1 Corintios 6:19-20)
Dios mora en el cristiano
Dios nos ha reconciliado consigo mismo por Jesucristo. Nos hemos convertido en su habitación, ¿y cuál es el resultado de tal acción? Ya no me pertenezco, he sido comprado por precio. He sido santificado para Dios, apartado para Él, y debo ocuparme en que la atmósfera del cielo caracterice mis caminos, hábitos y sentimientos, y conocer más de Cristo cada día. ¡Qué carácter de santidad llevan el cristiano y la iglesia de Dios! «No contristéis al Espíritu Santo de Dios» (Efe. 4:30). Déjame preguntarte como tratas a este Invitado divino. Estoy hablando reverentemente de la presencia de Dios. ¿Cuántas veces piensas en ello durante el día, a saber, en el hecho de que tu cuerpo es templo del Espíritu Santo? Si la reina viviera con nosotros por un tiempo, no pensaríamos en otra cosa que en su presencia en nuestro hogar. Ahora hago referencia al respeto que cada persona le tendría a ella o cualquier alto dignatario. Supongamos que nos olvidamos de su presencia, ¿no me avergonzaría? ¿no me sentiría profundamente avergonzado por olvidar su presencia?
Pero ¿qué hay del Espíritu Santo que mora en nosotros? No pensamos en ello ni la mitad del día; pensamos en ello si hacemos lo que complace al Señor. Soy llamado a andar como es digno de aquello; debo mantener puro el templo. ¡Oh, si nuestros corazones meditaran más en ello! ¡Su presencia en nosotros es mucho más bendita que cuando Dios moraba en el templo terrenal en Jerusalén! Aunque no tan palpable como en aquellos tiempos, por lejos es mucho más real. ¿Crees que el Señor Jesús envió al Consolador para morar aquí? Sí que lo hizo, ¿y dónde mora ahora? En nuestros cuerpos y en la Iglesia de Dios. ¿Qué tipo de personas deberíamos ser entonces?
J. N. Darby