Shownotes
Porque pensamos que la voluntad de Dios no es conocible, elegimos vivir según nuestra propia voluntad y deseos, y eso siempre lleva a la destrucción.
Cristo murió no sólo para redimir nuestras almas, sino también nuestros oídos espirituales, para que pudiéramos escuchar Su voz y obedecer Su voluntad. Cuando escuchamos y obedecemos, experimentamos intimidad con Cristo, bendiciones de lo alto y poder a través de Su Espíritu.