Shownotes
Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor.
(1 Corintios 10:10)
¡No murmures!
No murmures, pues es lo más anticristiano e impío que puedes hacer. No hay nada que deshonre más a Dios y cause tanto daño al alma como la murmuración. Fue el principal de los pecados que Israel cometió en el desierto, pues daban a entender que su Dios no era digno de fiar. Esto no cambió sus cuidados misericordiosos hacia ellos, pero sí despertó su justa ira contra ellos. «Contentos con lo que tenéis ahora» (He. 13:5). Las circunstancias que estás atravesando tienen en vista tu mayor bendición, y Dios, que ve todo y hace que todas las cosas obren para tu bien, sabe justo donde estás ahora y cómo te encuentras.
Una pequeña niña caminaba por un jardín y se sintió atraída por una hermosa flor que crecía en él. «¡Qué bella es, y cuán agradable su aroma!», exclamó al oler su fragancia. Luego, mirando al suelo, vio el oscuro terreno en el que esta crecía. «¡Qué vergüenza que una flor tan bella esté plantada sobre tanta suciedad! ¡No puede ser!», volvió a exclamar. Acto seguido, arrancó la flor de raíz, pero enseguida la flor comenzó a marchitarse. «¡Has matado mi flor más hermosa!», gritó el jardinero. «Pero me daba pena que estuviese plantada en esta tierra tan fea», sollozó la niña. «Pero fui yo quien escogió ese rincón lleno de humus y lo aboné para plantar esa planta tan hermosa, pues sabía que solamente allí podía ser perfecta», dijo resignado el jardinero.
¿Has leído alguna vez las útiles y bellas cosas que Hiram hizo para la casa de Dios en Jerusalén? Puedes leerlo en 1 Reyes 7:38- 51. «Todo lo hizo fundir el rey (Salomón) en la llanura del Jordán, en tierra arcillosa, entre Sucot y Saretán». La tierra arcillosa era necesaria para que la casa de Dios fuese provista de estos objetos, así como la tierra oscura era necesaria para el crecimiento de aquella fragante flor. Ni la ilustración de la niña y la flor, ni el relato divino de la Palabra de Dios requieren interpretación. ¡Lo importante es que recibamos la enseñanza!
J. T. Mawson