Shownotes
Pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante
(Eclesiastés 4:10)
¿Está bien aislarse?
Entre las muchas razones por las que la Palabra de Dios anima a los cristianos a construir puentes de amistad y compañerismo entre sí, ciertamente esta es una de ellas: si somos dejados a nuestra propia suerte, tendemos a flaquear. Necesitamos apoyarnos unos a otros. Sin embargo, es perturbador ver la cantidad de cristianos que caminan solos en estos días tan malos; aislados, ya sea por elección o por necesidad. Realmente los compadezco.
Hace algunos años atrás, una extraordinaria creyente partió a la presencia del Señor. Ella caminó casi toda su vida con cristianos que se reunían simplemente al nombre del Señor Jesucristo; y, durante todos esos años, había visto muchas contiendas y divisiones carnales entre estos creyentes. Le habría resultado fácil justificarse si se aislaba solitaria y egoístamente. En lugar de eso, disfrutó plenamente de la comunión con los hijos de Dios e hizo todo lo posible por aportar a esa comunión. Cuando alguien se enfermaba, muy probablemente recibía un plato de sopa casera de su parte. Ella ayudaba y alentaba a quienes, por diversos motivos, se encontraban angustiados o afanados. Ella me recuerda mucho a otra mujer extraordinaria, Febe, a quien Pablo describió de la siguiente manera: «ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo» (Rom. 16:2).
¡Qué brillante sería el testimonio cristiano si todos fuéramos más como esta hermana! Si camináramos tan cerca del Señor para valorar profundamente la comunión de los creyentes; si apreciáramos tanto al Siervo Perfecto que fuésemos impulsados a servirlo de todas las formas posibles; si fuésemos conscientes de nuestra propia debilidad, comprendiendo que aislarnos está mal y que nos necesitamos unos a otros; si fuésemos personas en las que se puede contar para ayudar a los debilitados. ¡Oh, qué Dios nos conceda ser tales cristianos!
G. W. Steidl