Shownotes
Les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones… pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
Hechos 1:7-9
Las últimas palabras de Jesús en la tierra
Los apóstoles acababan de preguntar al Señor si iba a restaurar el reino de Israel en ese momento (v. 6). Como judíos, sus preocupaciones eran naturales. Pero el Señor estaba a punto de ascender a la diestra de Dios. El Espíritu Santo descendería a la tierra para estar en los creyentes, y con ellos. Habría un paréntesis en los tratos de Dios con Israel, durante el cual se formaría la Iglesia, convirtiéndose ella en el objeto de interés de Dios en la tierra.
Los mismos apóstoles que unas pocas semanas antes se habían reunido a puertas cerradas por miedo a los judíos, ahora recibirían poder por medio del Espíritu Santo que vendría a morar en ellos. Comenzando desde Jerusalén, donde la oposición de los líderes judíos había culminado con la crucifixión de su Señor, serían sus testigos, atestiguando a todos, tanto cercanos como lejanos, que Jesús había resucitado de entre los muertos y que había ascendido a la gloria.
Después de escuchar estas palabras de parte del Señor, ellos vieron con sus propios ojos como fue alzado al cielo. Lo miraron fijamente hasta que una nube lo recibió y lo ocultó de sus ojos. Esta nube era la nube de gloria (shekinah), desde la que Dios había hablado repetidamente a los hijos de Israel y a sus líderes después de sacarlos de Egipto. ¡Qué espectáculo! ¡Su Señor elevado y recibido en la nube que manifestaba la presencia de Dios! ¡Qué mensaje para ellos (y para nosotros también) para proclamar en el poder del Espíritu, primero en Jerusalén, luego en Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra! Con razón dijeron un tiempo después: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.
Eugene P. Vedder, Jr.