Shownotes
Martes 11 de Abril
Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.
(Colosenses 3:4)
Vida e inmortalidad
El pretendido conocimiento del hombre, que se jacta de humanismo al negar su caída inicial en el Jardín del Edén, queda totalmente aniquilado por la grandeza de esta verdad de que hay un Hombre resucitado. El inquieto océano de la especulación humana sigue haciendo rodar sus olas, hoy como en siglos pasados, pero solo para romper contra la barrera infranqueable de la muerte. ¡Oh, sabiduría del hombre, “hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas” (Job 38:11)!
El evangelio, las buenas nuevas, es que Aquel que fue crucificado ha resucitado de entre los muertos, es poder de Dios para salvación. La locura de la predicación (1 Co. 1:21) del Hombre crucificado es el medio que Dios utiliza para salvar a los que creen. Es de su muerte que ha surgido nuestra vida; y vivimos en el poder de su resurrección. Por lo tanto, la vida del cristiano está en Cristo, que ha resucitado de entre los muertos. Por la acción del Espíritu de Dios en él, el cristiano conoce lo que pertenece a la vida y a la inmortalidad, las cuales han sido reveladas por medio del evangelio (2 Ti. 1:10). Las buenas nuevas de Dios nos traen una nueva vida —la vida eterna— por medio de la muerte de su Hijo, y la incorruptibilidad, una nueva creación en el poder de la resurrección de su Hijo. Así, aunque la carrera de la grandeza humana acabe con la muerte, para el creyente, la muerte no es el fin de todo. En realidad, es una espera, con Jesús, hasta que amanezca la mañana de la resurrección, cuando los cuerpos de todos los creyentes dormidos despierten para estar con Cristo en la gloria.
Entonces la nueva creación, de la que ya forman parte los que son de Cristo, se verá en su perfección. La vida en Cristo resucitado es nuestra parte presente. La inmortalidad y el ser hechos semejantes a él es nuestra parte futura. En Cristo, el primogénito de entre los muertos, poseemos la nueva vida, y esperamos la plena gloria de la nueva creación.
H. F. Witherby