Shownotes
Efraín es dado a ídolos; déjalo.
(Oseas 4:17)
El último recurso para la restauración
Israel se había acostumbrado a retroceder, «como novilla indómita» (v. 16), de manera que Dios, por así decirlo, los dejó seguir su propio camino. Serían como corderos que se alimentan en lugar espacioso, con libertad para ir a donde les plazca, pero con un juicio certero por delante: pues aunque pensaban que podían hacer lo que querían, ellos eran como corderos siendo engordados para el sacrificio. ¡El veredicto era claro: «Efraín es dado a ídolos; déjalo»!
Nada puede ser más solemne que esto. Es como si Dios hubiese agotado todos los medios posibles para hacerlos volver, salvo una, y esa era: dejarlos que aprendieran, por medio de amargas experiencias, lo que no habrían aprendido de otra manera. En el Nuevo Testamento esto corresponde a ser «entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo» (1 Cor. 5:5). Cuando un alma manifiesta ser completamente obstinada, Dios puede llegar a decir como dijo de Israel: él o ella «es dado a ídolos». En tales casos, una reprensión o corrección fraternal es inútil. Déjenlo solo, hasta que aprenda, bajo el zarandeo de Satanás, cuán lejos se ha alejado de Dios y cuán bajo ha caído.
Pon atención: Dios trata de esta manera con las almas descarriadas cuando se han agotado todos los recursos para restaurarlas. Su paciencia ha llegado a su fin y ha tenido que abandonar a Efraín. Desde el principio los soportó, los sustentó, los castigó, les suplicó y los disciplinó; pero todo había sido en vano. Estaban determinados a seguir sus propios caminos. Al final, debido a que Él los amaba tanto como para renunciar a ellos para siempre, Él debe decir: «Déjalo». Ahora ellos deben aprender, por medio de tristes experiencias, las nefastas consecuencias de su alejamiento de Dios. Deben ser dejados a las pasiones de sus propios corazones (v. 18-19). ¡Qué profundo es el amor divino que se percibe al leer esta triste descripción! ¡Cuán dulce es la gracia que persiste hasta el fin en busca de la restauración de aquellos que son tan indignos y despreciables!
H. A. Ironside