Shownotes
No es necesario que te respondamos sobre este asunto.
(Daniel 3:16)
No te preocupes por nada
Preocupados por nada, orando siempre y dando gracias en todo independientemente de las circunstancias en este mundo, esa es la actitud correcta de aquellos que conocen a Dios (Fil. 4:4-7). ¿Pero acaso no es natural que ninguno de nosotros pueda estar por encima de las circunstancias? Quizás debemos preguntarnos: ¿Es posible hacerlo? Las Escrituras no solamente nos dan valiosos preceptos, sino que también se nos presentan ejemplos de hombres y mujeres como nosotros que fueron capaces de practicar esto. Ellos dan testimonio de que una vida de obediencia a estos preceptos está dentro del alcance de todo aquel que, acercándose a Dios, cree que lo hay, y que Él es galardonador de los que lo buscan (He. 11:6).
Los tres jóvenes hebreos son uno de los testimonios principales de que es posible no estar preocupado por las circunstancias. Ellos se vieron confrontados al cruel poder de un autócrata pagano, y amenazados con ser quemados vivos en el horno de fuego, pero permanecieron firmes sin miedo ante el poder del mal, y rechazaron dejar el camino de rectitud, diciéndole al rey: «No es necesario que te respondamos» (v. 16).
¿Fue esto una fanfarria temeraria, o simplemente eran indiferentes a las consecuencias que acarreaba desafiar así al monarca babilonio? No, fue la manifestación de su fe en Dios; ellos podían hablar de Él como «nuestro Dios»; y sabían que Él estaba detrás de las circunstancias y que era más grande que todos; sabían que Él era más grande que el iracundo rey ante quien estaban, y la fe de ellos resonó fuerte y claro cuando dijeron: «nuestro Dios… puede librarnos» (v. 17). El caso estaba en manos de Dios, Él era el Árbitro de su destino. Él podía entregarlos al fuego o librarlos de él; pero, independientemente de las circunstancias, ellos confiarían en él. ¡Qué jóvenes tan honorables! Ellos eran más grandes y gloriosos que toda la gloria y la grandeza que se hallaba reunida en el llano de Dura aquel día.
J. T. Mawson