Shownotes
Lunes 13 de Marzo
Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró.
(Juan 11:33-35)
La simpatía de Cristo
¡Qué conmovedor es ver a un gran hombre llorando! “Jesús lloró”. Siempre se deleitó en pisar las huellas del dolor, en sanar a los quebrantados de corazón, y en llorar con los que lloran (Ro. 12:15). ¡Qué majestuosidad hay en estas lágrimas! Él acababa de hablar de sí mismo como la Resurrección y la Vida, pero, acto seguido, lo vemos como un Hombre llorando junto a una tumba humana, golpeado por un dolor angustioso junto a un afligido. Piensa en su discurso de despedida a sus discípulos. En esos momentos, incluso anticipando sus propios dolores, él se preocupó más en mitigar y calmar los dolores de ellos. Piense en cómo, en su camino al Calvario, se da la vuelta y acalla los sollozos de aquellos que seguían sus pasos con llanto (Lc. 23:27-28). Piense también en aquel maravilloso ejemplo de la ternura humana, cuando el amor filial miró a una madre angustiada y le proporcionó un “hijo” y un hogar (Jn. 19:26-27). Ah, ¡nunca hubo una simpatía como esta sobre esta tierra!
Vayamos y hagamos lo mismo. Al igual que nuestro Señor, estemos dispuestos a atender el llamado de la miseria: tener “misericordia del pobre y el menesteroso” y la voluntad de librar “al afligido que no tuviere quien le socorra” (Sal. 72:13, 12). La compasión y la simpatía cuestan poco, pero se recompensan con una consolación inestimable. Cuando se presente la oportunidad, deleitémonos en frecuentar la casa del luto, vendar el corazón de la viuda y secar las lágrimas del huérfano. Si no podemos hacer otra cosa, podemos susurrar el consuelo de que los muertos en Cristo resucitarán primero, y que nosotros “los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts. 4:17).
J. R. MacDuff