Shownotes
Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?
(Job 1:9)
Job bajo las acusaciones de Satanás
Fiel a su carácter, Satanás solo puede acusar (véase Zac. 3:1; Ap. 12:10). No podía negar la rectitud de Job, por lo tanto, atacó a la motivación de sus acciones. Ya que él se mueve solo por egoísmo, declaró que Job estaba motivado por este mismo sentimiento. Su argumento es: ¿Por qué no habría de ser justo? ¿Acaso no tiene todas las de ganar? Es próspero, bendecido en todo aspecto, y Dios lo protege de tal modo que no le pasa nada malo Pero veamos qué pasa si Dios le quita esta salvaguarda y todas sus riquezas, “y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia” (v. 11).
¿Es cierta esta acusación? ¿El bien existe solo si las condiciones son favorables y agradables? ¿Teme Dios dejar a sus hijos luchando contra la adversidad? Alguien que conoce a Dios y lo ama, ¿puede llegar al punto de renunciar a él y maldecirlo? Estas son las preguntas que surgen ante estas acusaciones. Y, no solo por el bien de Job, sino por amor a la verdad, Dios no permitirá que esta acusación permanezca en su contra, ni contra Job. Porque, aunque exteriormente aboga por justicia, Satanás siempre buscará atacar a Dios. Por lo tanto, Job es entregado en manos de Satanás: Todo lo que poseía quedó sujeto a su maldad. Sin embargo, ni un cabello de un hijo de Dios caerá sin Su permiso. Satanás es solo un instrumento involuntario para cumplir la voluntad de Dios; no puede hacer más de lo que le está permitido. ¡Qué bueno es recordar esto! Si las pruebas vienen como un ejército sobre nosotros, sabemos que el Todopoderoso se pone entre nosotros y las pruebas. Obrarán en nosotros solamente sus propósitos de amor.
Tampoco debemos olvidar que, además de esto, Dios sabía que su siervo Job necesitaba aprender lecciones personales para su propia alma. Puso el precioso mineral en el crisol para hacerlo calentar, pues sabía qué medida de maldad insospechada se escondía bajo toda esa excelencia exterior, mezclada incluso con la piedad interior de este buen hombre. Estas son algunas de las lecciones que Job necesitaba aprender. ¡Oh, cuán importante es que las aprendamos también!
Samuel Ridout