Shownotes
Todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
(1 Corintios 3:22-23)
Vosotros sois de Cristo
“Vosotros [sois] de Cristo”. Los invito a que quiten de su mente todas las nociones populares con respecto a nuestra relación con Cristo, pues cuanto más popular es una idea, más probable es que sea falsa. Siempre debemos dirigirnos a las palabras claras e inequívocas de las Escrituras. Aquí no se nos dice: «Cristo es vuestro», sino “vosotros sois de Cristo”. No estoy al tanto de ningún pasaje que diga: «Cristo es vuestro». Somos posesión suya; sus derechos son absolutos; él es nuestro Señor. Muchas cosas son nuestras. Antes de llegar a esta sorprendente declaración, se nos dice lo siguiente: “Sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro”, y el cristianismo popular coronaría esta gloriosa riqueza diciendo: «Y lo mejor de todo, Cristo es vuestro». Pero la Escritura no dice eso en lo absoluto. Lo que dice es: “Vosotros de Cristo, y Cristo de Dios”.
Los cristianos en Corinto no habían reconocido totalmente el soberano señorío de su Salvador. Probablemente se jactaban de que Cristo era suyo. Parece ser claro que así era, pues tomaban los beneficios y dones que habían recibido por ser de Cristo y los utilizaban para su propia exaltación. Se aferraron a estos privilegios y decían que eran suyos; y de este modo se enaltecieron. Estaban reinando como reyes, mientras que Pablo y sus colaboradores, hombres que reconocían plenamente que pertenecían a Cristo, eran considerados “la escoria del mundo” (1 Co. 4:8, 13)
El tipo de cristianismo exhibido por los corintios es muy popular hoy en día, y así como ellos necesitaban que se les insistiera en la verdad de que le pertenecían a Cristo, nosotros también lo necesitamos. Fuera de esto no puede haber ningún progreso en la gracia y la verdad, ni ningún andar y crecer en el Espíritu. “Vosotros [sois] de Cristo” debe ocupar su debido lugar en nuestras vidas para que seamos realmente cristianos según lo que la Escritura enseña.
J. T. Mawson