Shownotes
Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.
Apocalipsis 3:10-11
La Iglesia resguardada de la hora de la prueba
Esta preciosa promesa hecha a la asamblea en Filadelfia está dirigida a todos los que son salvos por la pura gracia de Dios. Alcanza a quienes han guardado la palabra de la paciencia de Cristo, esperando confiadamente que Jesús, quien fue rechazado por los hombres, ocupe su lugar en el trono de gloria y poder. Mientras tanto, soportan con paciencia los sufrimientos de este tiempo presente. Sin embargo, no tendrán que soportar los sufrimientos de la “gran tribulación” (Mt. 24:21) que pronto estallará sobre este mundo impío para probar a los que “moran sobre la tierra”.
Las palabras del Señor Jesús son muy claras: “Yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”. No dice que serán protegidos durante la hora de la prueba, sino que serán guardados de ella. Tampoco dice que serán guardados de la prueba, sino que serán guardados de la hora de la prueba, el momento mismo de la prueba. Esto solo es posible si son sacados completamente de la tierra. Esta es la bendita verdad con respecto a la verdadera Iglesia de Dios, la cual está compuesta de todos los verdaderos creyentes en el Señor Jesucristo.
La última parte del capítulo 4 de 1 Tesalonicenses describe claramente cómo se llevará a cabo esto. El mundo no entenderá lo que sucederá, pero el Señor mismo descenderá del cielo. No solo los creyentes vivos serán arrebatados para encontrar al Señor en el aire, sino que los muertos en Cristo resucitarán primero; entonces, junto con los vivos, serán llevados por encima de todos los cielos a la casa del Padre. “Y así estaremos siempre con el Señor… alentaos los unos a los otros con estas palabras.” (1 Ts. 4:17-18).
L. M. Grant