Shownotes
Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma.
1 Pedro 2:11
Representar a Cristo en este mundo
Pedro no dice “les mando”, sino “les ruego” (o “los exhorto”; RVA-2015), buscando así una respuesta voluntaria de parte de nuestros corazones. Entonces se dirige a los creyentes como “extranjeros y peregrinos”. Habiendo sido salvados y habiendo recibido una herencia en el cielo, se nos llama extranjeros porque ya no pertenecemos a este mundo. Dios nos ha dado una esperanza celestial, y un hogar celestial; solo estamos de paso en esta tierra.
El mundo no es nuestro hogar -es muy importante que entendamos esto. Los inconversos se sienten cómodos en este mundo, pues es su hogar. Pero si entraran al cielo, ellos querrían salir de allí lo más rápido posible. Con los cristianos sucede todo lo contrario. Son extranjeros aquí; su hogar está en el cielo y están ansiosos por llegar allí. Buscan el momento en que serán llevados a casa. ¡Nuestra estancia aquí es temporal!
Las instrucciones de Pedro comienzan con “que os abstengáis de los deseos carnales”, es decir, no satisfacer los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa. ¿Por qué? Porque “batallan contra el alma”. Es importante que distingamos entre una necesidad corporal y los deseos carnales. El cuerpo necesita comida y bebida, pero la glotonería y la embriaguez satisfacen los deseos carnales; el matrimonio fue instituido por Dios para dar a los esposos, en la unión de sus almas y cuerpos, una intimidad feliz que simboliza la unión de Cristo y la Iglesia, pero la fornicación y el adulterio son deseos carnales en los que la gente se complace (véase He. 13:4). Algunas personas de entre el pueblo del Señor han sido destruidas porque jugaron con los deseos carnales. La vida del Señor fue irreprochable, y así debe ser la vida de todos los creyentes. Nuestra forma de vida debe ser tal que no haya ningún mal comportamiento del que se nos pueda acusar.
Steve Labelle