Shownotes
Cuando llegó el mes séptimo, y estando los hijos de Israel ya establecidos en las ciudades, se juntó el pueblo… y edificaron el altar del Dios de Israel, para ofrecer sobre él holocaustos, como está escrito en la ley… Y colocaron el altar sobre su base… y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová… Celebraron asimismo la fiesta solemne de los tabernáculos.
(Esdras 3:1-4)
Después de la cautividad en Babilonia (5) La edificación del altar
Al llegar a Jerusalén, los israelitas que habían regresado del cautiverio se dispersaron, pues cada uno se fue a vivir a su propia ciudad. Sin embargo, en el mes séptimo se reunieron en Jerusalén. Dios le había mandado a su pueblo que debían reunirse el primer día de este mes, ¡y ellos se reunieron “como un solo hombre”! ¡Cuán bueno sería que esto caracterizara a todo el pueblo de Dios en la actualidad, independientemente de donde vivan!
¿Qué debían hacer ahora? Los líderes tomaron la iniciativa. Junto con sus hermanos, se levantaron y edificaron el altar, ¡y ofrecieron holocaustos en él! Edificaron el altar según las instrucciones dadas en la ley de Moisés varón de Dios. De la misma manera, Dios nos ha dado pautas en su Palabra, ¡y espera que las sigamos!
Comenzaron a edificar el altar temiendo la reacción de los pueblos vecinos, y pronto se encontraron con una fuerte oposición por parte de ellos. Entonces, ¿qué hacer? Continuaron trabajando, y mientras trabajaban, ofrecían holocaustos a Jehová. Comenzaron con los holocaustos regulares de la mañana y la tarde, los cuales son un recordatorio constante de la obra del Señor Jesús para el corazón de Dios. Celebraron la fiesta de los tabernáculos, ofreciendo la cantidad de sacrificios diarios que Dios había especificado en la ley. Ofrecieron el holocausto continuo y los sacrificios respectivos para todas las fiestas señaladas. Todo esto se llevó a cabo públicamente ante los ojos de todos los que pasaban por allí, pues aún no se habían puesto los cimientos del templo. ¡Qué poderoso testimonio debe haber sido para todas las naciones alrededor! ¿Valoramos nuestro altar, que es Cristo, y ofrecemos sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Él?
Eugene P. Vedder, Jr.