Yo seguí plenamente al Señor mi Dios.
Josué 14:8 NBLA
El poder de la fe
La fe es un principio poderoso. Purifica el corazón, obra por amor y vence al mundo. En una palabra, enlaza el corazón con Dios mismo y ese es el secreto de toda verdadera nobleza, santa benevolencia y divina pureza. No es extraño, pues, que Pedro diga que es “mucho más preciosa que el oro” (1 P. 1:7), ya que en verdad es preciosa, mucho más de lo que el pensamiento humano pueda alcanzar.
Véase cómo este poderoso principio actuó en Caleb, y el bendito fruto que produjo. Le fue permitido comprobar la verdad de aquellas palabras, empleadas siglos después: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Él creyó que Dios era capaz de hacerlos entrar en la tierra, y que todas las dificultades y obstáculos serían simplemente para ejercicio de la fe. Y Dios, como sucede siempre, contestó a su fe: “Quizá Jehová estará conmigo, y los echaré, como Jehová ha dicho” (Jos. 14:12).
¡Cuán reconfortantes son las expresiones de una cándida fe! ¡Cuán edificantes! ¡Cuán verdaderamente alentadoras! ¡Qué intenso contraste con la tenebrosa y depresiva incredulidad, con sus acentos deslucidos que deshonran a Dios! Caleb fue firme en la fe, dando gloria a Dios. Podemos decir, con la mayor certeza, que, como la fe siempre honra a Dios, él se complace a su vez en honrar la fe; y estamos convencidos de que, si el pueblo de Dios confiara más en él, si ellos extrajeran más abundantemente de Sus recursos infinitos, veríamos una situación muy diferente a nuestro alrededor. ¡Ah! ¡Si tuviéramos una más viva fe en Dios, asiéndonos más audazmente a su fidelidad, a su bondad, a su poder! Entonces podríamos esperar resultados más gloriosos en el campo de la evangelización; más celo, más energía, más intensa dedicación en la Iglesia, y más frutos de justicia en los creyentes individualmente.
C. H. Mackintosh
Danos la fe que dio poder
A los soldados de la cruz,
Que hasta la muerte por vencer,
Firmes, marcharon por Jesús;
Fe de los fieles, pura fe,
¡De nuestra vida el ancla sé!
F. W. Faber