Nuestra tendencia a pecar nos lleva a escondernos incluso cuando estamos a la vista de todos. Podemos estar rodeados de gente y no experimentar ningun cambio en nuestras

relaciones, si no permitimos que el evangelio nos deshaga y nos llame a reconstruir nuestras relaciones. El evangelio nos enseña que no tenemos que escondernos. Nuestra salvación es segura por la perfección de Cristo, no por la nuestra. Por ello podemos ser conocidos, enseñados, desafiados y enviados si permitimos que un pastor nos llame a algo mejor.

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