Shownotes
Cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca… Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí… Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro.
(Marcos 16:5-7 )
El mensaje del ángel junto a la tumba
¿Por qué el joven vestido de blanco, que estaba sentado en la tumba vacía de Jesús, estaba tan interesado en Pedro? ¿Es posible que los ángeles estén preocupados por las caídas de los discípulos del Señor? Al menos parece ser así al leer estos versículos. Todos los discípulos habían huido y fallado, y todos se habían lamentado y llorado, y había un mensaje para todos ellos; pero Pedro había atravesado un camino mucho más pedregoso; había pecado más profundamente que cualquier otro, y el ángel lo individualiza con un mensaje especial. Tal vez se sentía tan culpable que sentía vergüenza de estar con sus hermanos, aislándose de ellos como si ya no fuera uno de ellos.
Cuando este visitante celestial, el cual guardaba la tumba vacía en el nombre de Jesús de Nazaret, añadió a su mensaje «y a Pedro», ¿acaso estaba actuando en base a las órdenes que había recibido de parte de su Señor? Sin duda así fue. Cuando el Señor resucitó triunfante de la tumba y puso al ángel allí, en el lugar que antes había sido la fortaleza de la muerte, Él le tuvo que haber dicho que le dijera esas palabras a las mujeres que ya iban camino a aquel lugar. Y si así fue, cuán impresionado habrá quedado al ver la gracia de su Señor, cuyos primeros pensamientos en la hora de su victoria no fueron la vindicación de su propia gloria o la destrucción de sus enemigos, sino el bienestar de sus débiles y dolidos discípulos, y por sobre todos, el bienestar de Pedro.
No somos capaces de decir con claridad cómo las cosas afectan la mente de los ángeles, pues somos solo hombres, sin embargo, bien podemos suponer que esto le otorgó al joven vestido de blanco, y a muchos otros ángeles, un nuevo motivo de asombro y adoración a su Señor.
J. T. Mawson